Como sabemos, la covid-19 no respeta edades o condiciones. Puede darle a un pequeñito, a un adulto mayor, a una persona con comorbilidades o a una persona sana.
Y al momento de enfermar, dependerá mucho de la edad o condición quién podrá hacerse cargo durante la convalecencia: su pareja, sus padres, madres, hijos, hijas, familiares más lejanos o profesionales de la salud.
Para quien cuida a un paciente de covid-19 la cuarentena puede resultarle abrumadora. Si bien las vacunas permiten llevar ese periodo con mayor tranquilidad que al inicio de la pandemia, esto no exime de cuidados, limpieza a conciencia, desinfección, uso de la mascarilla en todo momento aún estando en casa, separar el área donde se encuentra el paciente (lo que en algunas casas podría resultar casi imposible) y monitoreo frecuente de la saturación y síntomas de fiebre, por ejemplo.
Además, si la enfermedad fue grave o llega un covid largo, el cuidador o cuidadora designada debe seguir al pendiente por semanas o meses. Hay dos temas claves en este punto:
Esta última parece imposible cuando se tiene que maniobrar entre las responsabilidades de casa, trabajo, familia, las finanzas y el paciente. Sin embargo, es vital.
Si bien el desarrollo de las actividades de cuidado a un paciente de covid-19 dependerán mucho de la persona o personas en las que recaigan estas responsabilidades, en general todos sufren de falta de tiempo, ansiedad (a ser contagiados, a perder a su ser querido, a contagiar a otros, a perder ingresos), frustración ante la imposibilidad de salir a la calle, por ejemplo.
Cuando se lleva a cabo por un par de semanas, es más sencillo procurar la tolerancia. Sin embargo, ante casos de enfermos con cierta gravedad que permanecen en casa o con covid persistente se hace indispensable considerar los siguientes puntos:
Aún cuando están habituados a jornadas largas y su preparación es precisamente para cuidar de la salud de otros, no debemos olvidar que desde inicios del año 2020 han estado en constante estado de alerta, arriesgando sus vidas en los primeros meses, viviendo pérdidas de pacientes, amigos y familiares. Esta enfermedad no ha dado tregua a los profesionales de la salud y por ello debemos estar conscientes de su vulnerabilidad y humanidad. Por ello, si el cuidador o cuidadora se encuentra en este grupo, no debe olvidar que para cuidar de otros, debe estar bien primero.
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